Charles Rudolph era joven de espíritu, diferente a los demás ancianos, y muy amable. Era, sobre todo, un hombre reflexivo.
Estas cualidades de carácter no le fueron dadas gratuitamente. Charly era, por naturaleza, todo menos un santo. Era, y siguió siendo, un cristiano poco ortodoxo. Tuvo que pasar por muchos, muchos cambios y muchas duchas de agua fría y caliente antes de convertirse en la persona servicial y bondadosa.
En Caux se le consideraba joven, impetuoso y apasionado; ya era un hombre mayor. No era tan sencillo, pero Charly tenía la paciencia, la convicción y el olfato para guiar a los demás. Lo que impresionaba especialmente a la gente era la forma en que se ocupaba de los trabajadores de Caux y de todos los que trabajaban entre bastidores. Charly y su esposa, Ruth, siempre supieron cuidar de la gente a su manera. Su generosa hospitalidad, así como su espontaneidad, siempre han impresionado profundamente a los demás.
¿Quién era realmente Charly? Su vida fue fascinante, misteriosa y llena de contradicciones. Era un hombre de acción y pocas palabras, de hipocresía y frivolidad. Cuando se trataba de decir algo incómodo, tenía que ser violento.
Odiaba una verdad la parábola bíblica del camello, la aguja y el rico siempre ha sido un tema oportuno. Charly era rico: rico en errores, alegría de vivir, humor, sensibilidad y sabiduría. Si estaba convencido de algo, también daba su riqueza material yendo directamente al grano, por decisión propia y nunca bajo presión. Había tomado la decisión de someter su vida a la obediencia del Creador.
La reconciliación, la unión de los pueblos, la reconstrucción, la dimensión positiva y global, todo ello le había entusiasmado. Lo que alegraba especialmente su corazón era que en esta tarea se podían utilizar todos sus conocimientos y su experiencia profesional.
Murió en 1993.