Junto a Werner, su marido, protagonizó los que se consideran los años más felices de la vida. Años de imprudencia pero también de profundización personal. Rita y Werner, así como Gerhard y Elsi Grob, Luc y Suzie de Montmollin, y otros, proporcionaron a Villa María un entorno seguro y sólido en el que muchos jóvenes pudieron aprender sobre la vida, y especialmente sobre una vida comprometida.
Los jóvenes se dieron cuenta del privilegio que suponía participar en esta vida, y mucho menos sospecharon el precio que otros pagaban por haber hecho todo esto posible.
Estos son los requisitos que Rita, Werner y los demás han puesto para el crecimiento espiritual. Pero hay que pagar un precio por esta vida en el seno de una comunidad. Además, no es posible alinear los resultados ni contar las almas. Entre los que han participado en la comunidad de Villa María, a algunos no les ha gustado la vida, otros se han ido enfadados o heridos. Se han cometido errores. Algunos tardaron años en realizar su vocación y los que les apoyaron ya no estaban para verlo. La mayoría no se siente capaz de transmitir esta experiencia de vida.
Rita, Werner y los demás han permanecido fieles.
