«La planificación está bajo la autoridad y jurisdicción del Espíritu Santo». Leí esta frase en el libro de Klaus Bockmuehl, Listening to the God who Speaks / Escuchar al Dios que habla, que mi esposa Susan y yo hemos estado utilizando para nuestro tiempo de silencio matutino. Me detuvo en seco. Sí, creo en la necesidad de buscar la orientación de Dios en mi vida en cuanto a valores, objetivos y relaciones, pero ¿planificar?
Bockmuehl escribe desde una perspectiva profundamente bíblica. En su análisis de los Hechos de los Apóstoles, señala que el Espíritu Santo a veces daba instrucciones que parecían contraintuitivas y no estratégicas. La primera misión cristiana no fue producto del razonamiento humano (por ejemplo, 'Si enfocamos la tarea de esta manera, tendrá el mayor impacto'). Cuando el Espíritu Santo ordena a Pablo y a su equipo que no vayan a las provincias de Asia y Bitinia parece "ir intencionadamente en contra de tal cálculo humano". Estas provincias eran objetivos naturales; 'eran las siguientes en la línea geográficamente, y en términos de la importancia misionera de sus populosas ciudades'.
Sin embargo, Bockmuehl destaca la eficacia de un «número notablemente reducido de personas» enviadas para llevar el mensaje a Samaria, Etiopía, Grecia y Roma. «Este enfoque no habría sido adoptado por personas con actitudes racionales y calculadoras».
¿Qué debemos pensar de esto? Seguramente no significa que debamos abandonar toda planificación estratégica. Creo que para algo se nos ha dado la capacidad de razonar. No creo que Bockmuehl sugiera que lo ignoremos. Sin embargo, en las últimas décadas todas las organizaciones sin ánimo de lucro, incluidas las de base espiritual como la mía, se han visto cada vez más presionadas para medir, evaluar, priorizar y, sí, planificar. Quizá a veces perdemos de vista la necesidad de buscar la sabiduría de un poder superior.
Pablo y su equipo ‘no separaron el qué y el cómo, consignando uno a Dios y el otro a las personas’. El escrito de Bochmuehl es un útil recordatorio de que el estratega supremo es aquel que es consciente de todos los factores, muchos de los cuales no podemos prever. No es casualidad que la primera obra de mi suegro Alan Thornhill se llamara The Forgotten Factor / El factor Olvidado.
Recuerdo una época, a principios de la década de 2000, en la que nuestro programa Esperanza en las Ciudades de Richmond (Virginia) se había expandido a escala nacional y yo viajaba constantemente por todo el país y a escala internacional. Contábamos con el apoyo de importantes donantes. Era un trabajo estratégico e importante. Pero en algunas cartas a mis colegas mencionaba la creciente sensación de presión y agotamiento. También había problemas internos en el equipo.
Un fin de semana, nos ofrecieron a Susan y a mí utilizar la cabaña de un amigo en las faldas de las montañas Blue Ridge. Mientras contemplábamos la puesta de sol, se nos presentó el primer esbozo de lo que acabaría siendo la Community Trustbuilding Fellowship / Comunidad de Constructores de Confianza. En lugar de viajar constantemente a otras ciudades, el objetivo era traer a Richmond a líderes comunitarios y utilizar la ciudad como "laboratorio" permanente de aprendizaje. Hasta la fecha, los participantes proceden de 16 estados y están aplicando los valores y conocimientos adquiridos a su trabajo en el gobierno estatal, la sanidad, la educación, las empresas, las comunidades religiosas y las organizaciones de base. Y hoy este modelo está inspirando esfuerzos similares en todos los continentes.
Esta iniciativa no fue simplemente el resultado de la planificación humana, aunque sin duda desempeñó un papel vital en su desarrollo y puesta en práctica. Fue el producto de dejar espacio para la reflexión y la escucha intencionada del "Dios que habla". Me resulta útil reflexionar sobre esta experiencia y espero estar más atento ahora.
Este blog apareció por primera vez en el sitio web de Rob Corcoran: https://www.robcorcoran.org/2024/09/12/the-ultimate-decider/