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A los veintidós años, Duncan Corcoran, obrero de astilleros en paro, conoció un movimiento revolucionario que iba a transformar su vida. Nacido en Greenock, Escocia, el 3 de enero de 1913, creció en la pobreza que era la norma para las familias de clase trabajadora. A los catorce años, el joven Duncan dejó la escuela y se puso a trabajar como recadero. Esta primera experiencia laboral le convenció para afiliarse a un sindicato en cuanto tuvo ocasión. A los dieciséis empezó un aprendizaje. Durante los tres peores años de la Gran Depresión, los aprendices sólo trabajaban una semana al mes. Fue durante los periodos de desempleo, en octubre de 1935, cuando un estudiante de la Universidad de Glasgow presentó a Duncan el Grupo Oxford (precursor del Rearme Moral y de Iniciativas de Cambio). Le explicó a Duncan que él y otros estudiantes habían decidido intentar marcar una diferencia positiva en el mundo, empezando por un cambio en sus propias vidas. Describieron una revolución social basada en el cambio en la vida de las personas. Duncan se sintió inmediatamente intrigado por la posibilidad de que el cambio en las actitudes y el comportamiento de los individuos pudiera sentar las bases de un cambio en la sociedad.
Fue en Estados Unidos donde Duncan se relacionó con Bill Jaeger, que había crecido en un barrio obrero de Stockport (Inglaterra) y había estudiado en un colegio baptista de Londres. El escocés y el inglés conectaron al instante: la colaboración duraría sesenta años. De regreso a Europa después de la guerra, Duncan se unió a Bill Jaeger y al australiano Gordon Wise, y se dirigió a Alemania para apoyar el esfuerzo sostenido de Frank Buchman por sentar las bases morales y espirituales de una Europa reconciliada. En aquella época, se calculaba que el comunismo controlaba el 80% de la zona minera y siderúrgica del Ruhr.
Durante la guerra, Duncan conoció en Estados Unidos a Lucy Davis, hija de un empresario londinense que también trabajaba en el Rearme Moral. Se casaron en Los Ángeles en 1948. De esta unión sin distinción de clases nacieron tres hijos: Robert, Ann e Ian. Lucy abrazó de todo corazón la visión de Duncan sobre el trabajo mundial.
Conoció a Lord George Robertson cuando era un joven parlamentario escocés y mantuvo el contacto con él cuando fue Secretario de Defensa y luego Secretario General de la OTAN. A su muerte, Robertson escribió: "Duncan era todo un tipo. Creía firmemente en lo que era correcto y era un gran corresponsal. Siempre valoré su opinión y sus consejos. Deja un legado formidable".